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¿Qué ocurrió al Beato de Liébana. Códice de Fernando I y Sancha durante la guerra civil española?

Los bienes culturales adquieren valor a lo largo de su historia. Gracias a sus modificaciones, los diversos propietarios o los lugares por los que pasaron. No podía ser diferente el manuscrito del Beato de Fernando I y Sancha que sufrió el exilio durante la guerra civil española.

Despertó una constante atención a lo largo de los siglos. Así lo demuestran las marcas que dejaron sus estudiosos o a las fuentes documentales que lo referencian.

El renacer de los Beatos en 1572

Se realizó en un scriptorium regio leonés, el monasterio San Juan Bautista de León (actual San Isidoro de León). Aún se encontraba allí en 1572. En ese momento, Ambrosio de Morales, por encargo de Felipe II, realizaba un viaje de estudio por los reinos de León, Galicia y Asturias. Se le atribuye el renacer del interés por los Beatos y la atribución de la autoría a Beato de Liébana.

La obra le pareció “dignísima de andar impresa” (Viage [sic]…, 1765). Esto provocó que el códice iniciara su periplo: de León a Madrid, Toledo, Plasencia (Cáceres) y Mondéjar (Guadalajara).

Ambrosio de Morales fue el responsable del renacer de los Beatos antes de la guerra civil española
Ambrosio de Morales

Su último propietario y su paso a la Biblioteca Real

Su último propietario fue Gaspar Ibáñez de Segovia, marqués de Mondéjar (1628-1708). Durante la guerra de Sucesión, Felipe V incautó su biblioteca. Así pasó a la Biblioteca Real, germen de los fondos de la actual Biblioteca Nacional de España (BNE).

En el siglo XVIII, Juan de Ferreras (1652-1735), bibliotecario mayor, realizó una copia manuscrita del Beato. Esta también se conserva en la BNE, bajo la signatura Mss/4031. El objetivo de Ferreras era llevarlo a la imprenta. Por entonces, la aproximación académica priorizaba el texto sobre las iluminaciones. Además, las que incluía este Beato resultaban excesivamente extrañas.

Juan de Ferreras realizó una copia del  Beato de Liebana. Códice de Fernando y Sancha previo a la guerra civil española
Juan de Ferreras

El pintor Antonio Palomino (1653-1726) las tachó de una “cosa tan indigna, y abominable en el arte, que no se pueden mirar sin risa, ó [sic] sin desprecio” (El Museo Pictórico…, 1715-1724).

La obra durante la guerra civil española

Con su llegada a Madrid, el viaje del Beato de Fernando I y Sancha no había culminado. Aún le esperaba el más dramático de su historia. Durante la guerra civil española, gran parte del tesoro artístico fue evacuado de los museos y bibliotecas para protegerlo de los bombardeos.

Wenceslao Roces, Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública, dispuso que bajo la dirección y custodia del Director de la BNE, Tomás Navarro Tomás (1936-1939), se trasladarán a Valencia “los fondos que se consideren más indicados para ser objeto de esta medida”.

Julián Paz y Espeso, Jefe de la Sección de Manuscritos, fue el encargado de seleccionar los códices que se protegerían fuera de la capital. Se evacuaron 5.349 volúmenes. El Beato de Fernando I y Sancha lo hizo en la caja n.º 54, el Día de Navidad de 1936. El desarrollo de la guerra forzó al Gobierno de la República a seguir trasladando el tesoro artístico español. En 1939, las obras regresaron y, entre ellas, el Beato de Fernando I y Sancha a la BNE.

La revalorización del manuscrito

Para entonces, la obra era vista con otros ojos. El llamado “giro icónico” que desde el ámbito académico se había producido hacia el libro medieval supuso la revalorización del manuscrito iluminado. En el contexto español alcanzaron protagonismo los Beatos.

Ejemplares altomedievales como este Beato fueron vistos como señas de identidad de la cultura y el arte nacionales. Hoy los Beatos han trascendido toda frontera. En 2015, la UNESCO incluyó los Beatos conservados en España y Portugal en el registro de la Memoria del Mundo.